Cada vez que lo veo es como un “padre nuestro” cuando
comienza a hablar, sé cómo comienza, lo que sigue luego de y como va a
terminar.
Aquel día en el parque fue diferente, aunque comenzamos
hablando de los mismos problemas de siempre. Algo que aprendí con el tiempo es
que cuando le tocas una persona un tema que le gusta cuando está molesto, esta
persona se olvida de renegar y comienza de hablar de su tema de interés (o al
menos eso funciona conmigo).
Era de noche, hacía frío y estábamos en el parque de
siempre. Frente a una rotonda hundida donde los niños suelen montar skate, las
madres ven jugar a sus niños y unos que otros enamorados pasan agarrados de la
mano. Lo recuerdo bien, hasta las hojas de los árboles se caían por el viento
fuerte. Comenzamos a hablar de música, casi nunca hablábamos de este tema que
al menos a mi me encanta tanto. Sabía que por sus canas y sus arrugas algo tenía
que saber. Muy aparte que me volví adicta a Led Zeppelin cuando él tuvo que
irse. Ya que es o era (la verdad que no sé mucho que hace actualmente)
aficionado con grabar toda la música que le gustaba en un cd y los rotulaba el
mismo.
Si me voy por las ramas, un día de esos que lloraba porque
lo extrañaba comencé a buscar en las cosas que dejó en un estante, entre ellas
estaban los cd’s rotulados que dejó en un estuche. Agarré uno al azar y
encontré esa mágica canción de Led Zeppelin “Stairway to heaven”. Cada
cumpleaños que he pasado sin él o cada cumpleaños que él no ha pasado conmigo, esa
canción ha servido para que mis heridas no ardan. Él no lo sabe, pero me he
sentido más unida a él con música que con palabras.
Volviendo al día del parque, tuvimos una conversación muy
buena. En esos días yo comenzaba a descubrir el rock peruano de los 60’s y 70’s
y el sonido tan europeizado me envolvió. Ya que si no se sabe, bandas como The
Mad’s, Pax, Los York’s, Saicos, Traffic Sound no tienen ni tenían nada que envidiarles
a The Beatles y Rolling Stones (sin desmerecerlos, obviamente), ya que ellos
hacían un trabajo similar y bueno al igual que ellos. Es más The Mad’s le abrió
un concierto a los Rolling Stones alguna vez. En fin, ese día tocamos el tema
del rock peruano, comenzó a contarme que cuando él vivía en Magdalena ya para
los 60’s él era un adolescente y que los Yorks vivían también en Magdalena,
algunos de ellos fueron sus amigos. Me contó que en esos años intentó tocar
guitarra y que no le salió y que cambió su guitarra por una bicicleta, pero la
ocultaba para que el abuelo no se la quitara, porque a él nunca le gustó que
monte bicicleta. También me contó que un día sus amigos lo convencieron en ir a
una fiesta a la que él no tenía ganas de ir y terminó siendo la mejor fiesta de
su vida porque los Traffic Sound tocaron allí. Lo contaba todo con brillo en
los ojos, con una sonrisa que me emocionó hasta las lágrimas cuando llegué a mi
casa y lo recordaba en mi almohada. Por fin había logrado hacerlo sonreír y bordeé
la felicidad ese día. Me dijo que su canción favorita textualmente era “Había
una canción que yo escuchaba, se trataba de una calle de Miraflores, de las
fiestas locas de los viernes” y yo le dije “¿Avenida Larco de Frágil?”, “sí
creo que esa era” –comenzó a cantar de a pocos-, lo poco que recordaba. “Si
algo bueno te he heredado ha sido la música”- me dijo. Sonreí.
Ese día en el parque se ha quedado tan grabado en mi mente,
que me atrevo a decir que ha sido uno de los días más felices de mi vida. Escribo
y siento que si pestañeo una vez más puede caer una lágrima de alguno de mis
ojos, pero lloraría de felicidad, pero en sí llorar me parece un acto de
fragilidad total que por ahora prefiero evitar. Con todo esto llego a que hace
unas semanas, encontré a Tavo Castillo en un concierto. Y aunque no hablé con
él ni nada, le pedí una foto. Al ver la foto solo me acuerdo de él. No lo veo
hace un par de meses y me gustaría decirle “Mira, acá estoy con una de las
personas que escribió tu canción favorita”, solo eso.
Su héroe y yo.