Luego de reír y caminar tanto, cansados buscamos un sitio
para sentarnos. Nos encontrábamos caminando por el malecón de Miraflores y un
muro donde se podía apreciar la inmensidad del mar nos acogió. Nos seguimos
riendo de alguna ocurrencia que él dijo, yo ya no podía más con el dolor de
estómago que me invadía de lo mucho que reí en ese momento. Débil de tanta
risa, me recosté en su hombro hasta que ambos nos quedamos callados. Era de
noche.
No puedo creer que esté
de nuevo aquí contigo- dije sonriendo, pero sin que él pueda ver mi sonrisa.
Citaré a una persona
que siempre dice, si alguna vez nos peleamos nunca olvides este momento- dijo
él.
Cerré mis ojos y no le dije nada y es que cuando sentía
momentos sublimes con él, como reírnos tanto o hablar de cosas que a ambos nos
gustaban simplemente quería que siempre recordara el momento, que pensara en mí
de alguna manera. Así como el siempre invadía mi mente en todo momento.
¿Puedo hacer algo?- pregunté
Claro- dijo él
Le tapé la boca con mi mano y la besé, seguido a eso me eché
a reír y él puso esa cara de extrañez que siempre pone cuando hago malas bromas
o digo algo que considera “raro”.
¿Y eso?-
¿No puedo?- dije rodeando la seriedad.
Al contrario- dijo él
y seguido hizo lo mismo que yo, tapó mi boca y besó su mano
No me di por vencida y repetí lo anterior y cuando él lo
repitió quité su mano y nos besamos, nos correspondimos y extrañaba sus besos.
Sabían igual que siempre, como si se hubiesen congelado ocho meses en el
espacio esperando que vuelva. Tembló como la última vez, le tomé las manos
y me reí, lo abracé, le tomé la mano, se
la solté y me fui corriendo porque esta vez no quiero que me atrape.
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