domingo, 29 de enero de 2017

La dama de Moche




Érase una vez en un regreso de uno de mis viajes secretos, en el que le rogaba a la vida que no me toque ningún compañero(a) de asiento. Me había quedado dormida para cuando comenzó a avanzar el carro y pensé que me había salido con la mía, hasta que éste hizo una inesperada y última parada, subió una señora, me quedó mirando y me pidió que le diera permiso para poder sentarse a mi costado.
Al principio me sentía fastidiada pero luego la señora me regaló un saludo y una sonrisa que me hizo entrar en confianza. De cuando en cuando nos quedábamos dormidas, a veces alguna se despertaba y le hacía el habla a la otra y viceversa.

Casi al anochecer cuando parecía que estábamos llegando al destino, fue donde tuve una conversación con ella larga, tendida y sin interrupciones.
Se llamaba Graciela, le decían "Chelita" de cariño, era de Moche, tenía 43 años, era madre soltera de un chico de 17 años que estudia Historia en la Universidad Nacional de Trujillo. Tenía un gato, dos perros, una tortuga y un conejo (parece broma pero no lo es). Me contó la historia de su vida, que era hija única, sus primos fueron como sus hermanos. Se casó con su segundo enamorado y se dedicó en cuerpo y alma a su matrimonio, le fue difícil tener a su hijo, pero cuando lo tuvieron su esposo se separó de ella. A pesar que ella hizo hasta lo imposible para que eso no ocurriera, pero como ella dice "el amor es de dos y hay cosas que uno no puede evitar". 
Me contó los animales que tuvo cuando era pequeña, desde un gallo llamado "Albertico", hasta un perrito cocker que se llamaba "Gerardito", la señora mochera simplemente me hizo reír y sonreír en muchos momentos.
En un momento también hablamos de mi, de que era lo que me llevaba de regreso a mi destino, no fue mucho ya que ella me ganó como parlanchina. Pero hubo un momento de la conversación que me cambió un poco la vida. 

Fue cuando hablamos de nuestras ciudades, de como en Lima estamos mecanizados en levantarnos, trabajar, dormir para que así llegue un día que gastemos todo el dinero y volver a repetir el mismo mecanismo. En Moche y casi en todo el norte es diferente. Las personas son mas cálidas, mas humanas, mas familiares, la vida es mas sana, menos contaminada, mucha gente come de lo que siembra, me describió una vida mas tranquila. mas feliz. Quiero quedarme con esa paz ya que conocí una persona que capaz me mandó una señal y me enseñó que los lunes en Moche son de "Pataska" y no de lentejas. 

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Por esos asientos que guardan muchas historias




"Todo lo que he vivido está prohibido y todo lo que anhelo no es lo mìo"

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