jueves, 15 de enero de 2015

El vigésimo dieciséis de enero.

Me parece mentira haber vivido veinte años en este mundo tan ingrato y loco. Aún me veo echada en las piernas de mi mamá preguntando ¿Mami, cuanto falta para cumplir quince? Y recuerdo mi voz mucho más joven, me recuerdo pequeña, despreocupada. Y han pasado justo quince años desde que hice esa pregunta. Hoy me miro al espejo  y me toco el rostro y veo mis uñas súper largas, algún granito, mis ojeras pronunciadas y siento que por fin soy mayor. Y aunque esto me gusta a la vez me da pena, porque sé que viene “lo bueno”, que tengo que tomarme todo más en serio y eso me asusta. También me digo mientras me miro que es tiempo de mejorar como persona, que debo de dejar algunos defectos, sobre todo mis engreimientos. Me costará el hecho de decir “tengo veinte” y no volver a mencionar más el “diecialgo”. Dicen que a partir que entras a los veinte los años se pasan más rápido. ¿He madurado? Eso me pregunto yo. La verdad que no me siento adulta. Ni si quiera sé cómo se comporta un verdadero adulto. No me creo Peter Pan tampoco. Aunque creo que me estoy contradiciendo. Tengo un extraño sentimiento cuando cumplo años, me emociona los días antes de que llegue y cuando llega simplemente ya quiero que acabe. Nunca me ha gustado celebrar mis cumpleaños y la única vez que lo celebré me arrepentí de celebrarlo (aún me arrepiento). Y la verdad que sobreviviré este día con dignidad, dos exámenes me esperan calientitos en la universidad y al llegar a mi casa quiero quitarme la ropa y dormir un rato. Luego quiero leer mis saludos, ignorar la mayoría y solo ver los que realmente espero que al menos por milagro de la vida se acuerden de que existo. Quiero almorzar, me quiero vestir inusual, el año pasado me puse una falda larga y un bivirí y no me dio vergüenza salir así. Quiero comer una tajada de torta pero que no me canten “Happy birthday” porque es incómodo. Quiero que me llamen a las doce, quiero que no me pregunten “¿Oye, que quieres que te regale?”, quiero ir al hospital y ver a mi verdadero regalo, quiero que me digan que aprobé química, quiero pasar un día tranquilo, quiero que no se apoderen de mi día, quiero que se acuerden de mi con música. No evito recordar todo lo que he vivido durante veinte años, aunque no me acuerde los tres primeros, pero aún tengo todo presente, cada cosa bonita, fea, ahí está atesorada en mi veinteañero corazón. Me pregunto si cambiarán mis diminutivos por mi nombre en seco. Y si algún día tendré que ir a hacer colas para pagar las cuentas. Y si algún día voy a ir a Sargento y me van a regresar cargada a mi casa (es un sueño de toda la vida).  Y el otro año, veintiuno, legal en todos los países. 


Y esta soy yo, antes de envejecer.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;