Me parece mentira haber vivido veinte años en este mundo tan
ingrato y loco. Aún me veo echada en las piernas de mi mamá preguntando ¿Mami, cuanto falta para cumplir quince? Y recuerdo mi voz mucho más joven, me
recuerdo pequeña, despreocupada. Y han pasado justo quince años desde que hice
esa pregunta. Hoy me miro al espejo y me
toco el rostro y veo mis uñas súper largas, algún granito, mis ojeras
pronunciadas y siento que por fin soy mayor. Y aunque esto me gusta a la vez me
da pena, porque sé que viene “lo bueno”, que tengo que tomarme todo más en
serio y eso me asusta. También me digo mientras me miro que es tiempo de
mejorar como persona, que debo de dejar algunos defectos, sobre todo mis
engreimientos. Me costará el hecho de decir “tengo veinte” y no volver a
mencionar más el “diecialgo”. Dicen que a partir que entras a los veinte los
años se pasan más rápido. ¿He madurado? Eso me pregunto yo. La verdad que no me
siento adulta. Ni si quiera sé cómo se comporta un verdadero adulto. No me creo
Peter Pan tampoco. Aunque creo que me estoy contradiciendo. Tengo un extraño
sentimiento cuando cumplo años, me emociona los días antes de que llegue y
cuando llega simplemente ya quiero que acabe. Nunca me ha gustado celebrar mis
cumpleaños y la única vez que lo celebré me arrepentí de celebrarlo (aún me
arrepiento). Y la verdad que sobreviviré este día con dignidad, dos exámenes me
esperan calientitos en la universidad y al llegar a mi casa quiero quitarme la ropa y
dormir un rato. Luego quiero leer mis saludos, ignorar la mayoría y solo ver
los que realmente espero que al menos por milagro de la vida se acuerden de que
existo. Quiero almorzar, me quiero vestir inusual, el año pasado me puse una
falda larga y un bivirí y no me dio vergüenza salir así. Quiero comer una
tajada de torta pero que no me canten “Happy birthday” porque es incómodo. Quiero
que me llamen a las doce, quiero que no me pregunten “¿Oye, que quieres que te
regale?”, quiero ir al hospital y ver a mi verdadero regalo, quiero que me
digan que aprobé química, quiero pasar un día tranquilo, quiero que no se
apoderen de mi día, quiero que se acuerden de mi con música. No evito recordar
todo lo que he vivido durante veinte años, aunque no me acuerde los tres
primeros, pero aún tengo todo presente, cada cosa bonita, fea, ahí está
atesorada en mi veinteañero corazón. Me pregunto si cambiarán mis diminutivos
por mi nombre en seco. Y si algún día tendré que ir a hacer colas para pagar
las cuentas. Y si algún día voy a ir a Sargento y me van a regresar cargada a mi casa
(es un sueño de toda la vida). Y el otro
año, veintiuno, legal en todos los países.
Y esta soy yo, antes de envejecer.
0 comentarios:
Publicar un comentario